lunes, 19 de marzo de 2012

Nota de suicidio

Tengo miedo de decir adios, pero es insoportable seguir en esta triste vida. No tengo ganas de luchar otro día, de despertarme y al mirarme en el espejo sentir vergüenza, de pasear por una calle y aunque no haya nadie sentirme observada. A veces pienso que las farolas me miran con su luz incandescente, y me hace daño contemplarlas porque vivo en una completa y fría oscuridad. 
Enormes grietas existen en mi corazón, aunque nadie las divisa porque nadie quiere mirar dentro de un cuerpo exagüe, trémulos reproches me hace mi conciencia; después de todo, esto es culpa mía.
<<Ojalá, ojalá, ojalá.>>. Mi mente no puede pensar otra cosa, pero mi alma se pregunta:
-¿De qué me sirve lamentarme ahora?
Y no hay respuesta...
-¿Había otra manera?
Y nadie contesta...
Así que aquí estoy, sola, sin otro deseo que la muerte o el fin de todos mis males. 
Dado que lo segundo se me antoja misión imposible me he decantado por lo primero; pero no lloreis por mí, es mi elección y sé que no iré al cielo por ello, aunque a estas alturas sea absurdo hablar de ello cuando hace mucho tiempo que dejé de creer en Dios.
Sé que no tengo otra salida, ninguna otra alternativa se cierne sobre mí, mi alma grita que no tengo salvación.
Por eso escribo esto desde el último rincón de mi alma, desde mi escritorio olvidado, desde mi máquina antigua...desde el último día de mi vida.
Escribo lo que siento, lo que anhelo. Le canto una oda a la muerte para que me encuentre al fin guiándose por mi angustioso sonido, para que escuche mis plegarias y me separe de mi cuerpo; no de mi alma, puesto que ya la perdí y supongo que estará junto a ella.
Termino esta nota diciendo que lo siento por haber fallado tantas veces, por haber decepcionado a los que más quise. Pero no me iré sin sembrar vientos a pesar de que sé que recogeré tempestades.
A los que desearon mi muerte les deseo el doble, por haber hecho pedazos mi corazón noble.