sábado, 1 de enero de 2011

Muerto hasta el anochecer

-Tu sangre cura-observé tras una breve pausa, sintiendo que se me sonrojaban las mejillas.
Bajo la luz de la luna pude verle girarse para mirarme más directamente.
-Así es-dijo-. ¿Te gustaría?
-Claro, ¿a ti no?
-Sí-respondió, y se mordió el brazo.
Fue tan repentino que solté un grito, pero él se pasó distraidamente un dedo por su propia sangre y antes de que pudiera ponerme tensa deslizó el dedo en mi interior. Comenzó a moverlo con mucha suavidad, y en un instante, en efecto, el dolor desapareció.
-Gracias-dije-, ya estoy mejor.
Pero no apartó el dedo.
-Oh-dije-, ¿es que quieres repetir tan pronto? ¿Puedes hacerlo?- Y mientras su dedo proseguía el movimiento, comencé a desear que así fuera.
-Espera y verás-me indicó, con una pizca de diversión en su dulce y profunda voz.
Susurré sin reconocerme a mí misma:
-Dime lo que quieres que haga.
Y me lo dijo.



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